viernes, 6 de agosto de 2010

¿De verdad soy buen@?

Cuando Dios creó el ser humano lo hizo moralmente perfecto y estaba en completa armonía con Dios. La pregunta es ¿Por qué hoy no es así? El pecado hizo que la naturaleza del hombre cambiara radicalmente y su comunión con Dios quedo afectada. De quien se escribió “era bueno en gran manera” más tarde se dijo: “Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos de ellos era de continuo solamente el mal”. Ya el hombre no encontraba gozo en la comunión con Dios ni se sentía feliz en su presencia.

Eso nos ha pasado a todos. ¿Por qué? Porque es imposible que escapemos por nosotros mismos del abismo de pecado en el que estamos hundidos. Nuestro corazón es malo, y no lo podemos cambiar. “¿Quién hará limpio lo inmundo? Nadie” (Job 14:4). “Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden” (Romanos 8:7).

La educación, la cultura, la fuerza de voluntad, el esfuerzo humano, tienen su lugar, pero no tienen poder para salvarnos. Pueden producir una corrección externa de la conducta, pero no pueden cambiar el corazón; no pueden purificar las fuentes de la vida. Es necesario que haya un poder (inherente a nosotros) que obre desde el interior, una vida nueva de lo alto, antes que el ser humano pueda convertirse del pecado a la santidad (genuina). Ese poder es Cristo. Únicamente su gracia puede vivificar las adormecidas facultades del alma y atraerla a Dios. “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios” (Efesios 2:8)
No basta con comprender la amante bondad de Dios ni percibir la benevolencia y ternura paternal de su carácter. No basta discernir la sabiduría y justicia de su ley, ver que está fundada sobre el eterno principio del amor. El apóstol Pablo veía todo esto cuando exclamó: “la ley es buena”; “la ley es santa y el mandamiento santo, justo y bueno” (Romanos 7:12,16); pero asimismo admitió: “mas yo soy carnal, vendido al pecado” (Romanos 7:14).
Vanos son los sueños de progreso humano, inútiles todos los esfuerzos por elevar a la humanidad, si menosprecian la única fuente de esperanza y ayuda para la raza caída. “Toda buena dadiva y todo don perfecto desciende de lo alto” (Santiago 1:17)- de Dios. Fuera de Él, no hay verdadera excelencia de carácter, y el único camino para ir a Dios es Cristo, quien dice: “Yo soy el Camino, la verdad y la vida; y nadie llega al Padre sino por mí” (Juan 14:6).
Aprovechemos los medios provistos por Dios para nosotros a fin de que seamos transformados conforme a su semejanza y restituidos a la comunión y armonía con Él.
Recuerden: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. Filipenses 4:13.